Recortada contra el cielo y adornando la cima de una colina, se encuentra la silueta derruída de un castillo de principios de siglo. Los torreones están en ruinas y el patio de armas cubierto de polvo y restos de columnas y piedras. El aullido del viento se cuela por los resquicios de las destartaladas paredes, sonido que al anochecer le concede la apariencia de fortaleza encantada. Los aldeanos evitan el lugar, creen que es habitáculo de espectros y fantasmas.