Se trata de un edificio a medio camino entre la avenida que da acceso a la ciudad y la plaza central, alto, de paredes albinas y tejado a dos aguas de tejas rojas. Un hostel reservado a la nobleza y a todo aquel que esté dispuesto a desembolsar una buena cantidad de monedas: su interior huele a limpieza y bienestar, con las paredes tapizadas de azul y blanco simulando un cielo cubierto de nubes, suelo de madera revestido de terciopelo rojo oscuro y mesas redondas siempre limpias. De día el lugar está muy iluminado gracias a los enormes ventanales arqueados, y las habitaciones del piso superior son las más selectas. La amabilidad de Marron, el regordete posadero, también ayuda.