Unas escaleras de piedra helada y negra bajan hasta las profundidades del palacio. Es un lugar subterráneo, húmedo por la cercanía del río, y un intrínseco laberinto oscuro y apenas iluminado por unas antorchas. Lo único que se escucha es el opresivo silencio acompañado del aullido del viento que se cuela por las escasas ventanas. Las celdas tienen un catre de aspecto incómodo y un cubo para las necesidades, así como cadenas en ciertos sitios, restos de esqueletos y marcas de uñas de los magos y brujas que, en el pasado, intentaron escapar en vano.
Aquí, los hijos del Maligno capturados esperan su juicio y su condena.